Los edificios más altos del mundo
La sensación de poder, pero con mayúsculas. Ese empeño del ser humano por despegar los pies del suelo y llegar a lo más alto. El deseo de acaparar con su mirada todo lo que le rodea. No tener que elevar la vista para admirar su entorno. La cabeza siempre bien erguida, con la mirada al frente o hacia abajo, sin tener que echar nunca el cuello hacia atrás para observar lo que está arriba, liberándose de obstáculos hasta donde su visión le permita y más, tiene su mayor exponente en los edificios más altos del mundo.
Símbolo de poder
Poseer edificios capaces de rascar el cielo confiere a las grandes metrópolis, y en consecuencia a sus moradores, un halo de poder y riqueza que fascina, admira e impresiona a todo el mundo. Ni siquiera sus detractores pueden negar la capacidad de atracción que estas construcciones poseen.
Desde la Europa occidental, pasando por la Europa del este, Asia, África, por supuesto América del norte -y del sur- y Oceanía. Cada uno de los cinco continentes tiene su representante arquitectónico de altura.
Cualquier economía emergente que pretenda ser considerada poderosa en el mundo de los negocios y el dinero, ha de demostrar su riqueza. Y que mejor forma de hacerlo que entrando a formar parte del selecto grupo de aquéllos que compiten veladamente -y en ocasiones sin disimulo-, porque su nombre pase a engrosar la lista de países donde se ha construido alguno de los edificios más altos del mundo.
Imagen cortesía de www.hdwalls.xyz. Todos los derechos reservados.
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La sensación de poder, pero con mayúsculas. Ese empeño del ser humano por despegar los pies del suelo y llegar a lo más alto. El deseo de acaparar con su mirada todo lo que le rodea. No tener que elevar la vista para admirar su entorno. La cabeza siempre bien erguida, con la mirada al frente o hacia abajo, sin tener que echar nunca el cuello hacia atrás para observar lo que está arriba, liberándose de obstáculos hasta donde su visión le permita y más, tiene su mayor exponente en los edificios más altos del mundo.
Símbolo de poder
Poseer edificios capaces de rascar el cielo confiere a las grandes metrópolis, y en consecuencia a sus moradores, un halo de poder y riqueza que fascina, admira e impresiona a todo el mundo. Ni siquiera sus detractores pueden negar la capacidad de atracción que estas construcciones poseen.
Desde la Europa occidental, pasando por la Europa del este, Asia, África, por supuesto América del norte -y del sur- y Oceanía. Cada uno de los cinco continentes tiene su representante arquitectónico de altura.
Cualquier economía emergente que pretenda ser considerada poderosa en el mundo de los negocios y el dinero, ha de demostrar su riqueza. Y que mejor forma de hacerlo que entrando a formar parte del selecto grupo de aquéllos que compiten veladamente -y en ocasiones sin disimulo-, porque su nombre pase a engrosar la lista de países donde se ha construido alguno de los edificios más altos del mundo.
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La sensación de poder, pero con mayúsculas. Ese empeño del ser humano por despegar los pies del suelo y llegar a lo más alto. El deseo de acaparar con su mirada todo lo que le rodea. No tener que elevar la vista para admirar su entorno. La cabeza siempre bien erguida, con la mirada al frente o hacia abajo, sin tener que echar nunca el cuello hacia atrás para observar lo que está arriba, liberándose de obstáculos hasta donde su visión le permita y más, tiene su mayor exponente en los edificios más altos del mundo.
Símbolo de poder
Poseer edificios capaces de rascar el cielo confiere a las grandes metrópolis, y en consecuencia a sus moradores, un halo de poder y riqueza que fascina, admira e impresiona a todo el mundo. Ni siquiera sus detractores pueden negar la capacidad de atracción que estas construcciones poseen.
Desde la Europa occidental, pasando por la Europa del este, Asia, África, por supuesto América del norte -y del sur- y Oceanía. Cada uno de los cinco continentes tiene su representante arquitectónico de altura.
Cualquier economía emergente que pretenda ser considerada poderosa en el mundo de los negocios y el dinero, ha de demostrar su riqueza. Y que mejor forma de hacerlo que entrando a formar parte del selecto grupo de aquéllos que compiten veladamente -y en ocasiones sin disimulo-, porque su nombre pase a engrosar la lista de países donde se ha construido alguno de los edificios más altos del mundo.
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